Jean Baudrillard (II): los espacios públicos



El cuerpo como escena, el paisaje como es­cena, el tiempo como escena desaparecen progresiva- mente. Lo mismo ocurre con el espacio público: el teatro de lo social, el teatro de lo político se reducen cada vez más a un gran cuerpo blando ya unas cabezas múltiples. La publicidad, en su nueva versión, ya no es el escenario barroco, utópico y extático de los objetos y del consumo, si no el efecto de una visibilidad omnipresen- te de las empresas, las marcas, los interlocutores sociales, las virtudes sociales de la comunicación. La publicidad lo invade todo a medida que desaparece el espacio público (la calle, el monumento, el merca­do, la escena, el lenguaje). Ordena la arquitec­tura y la realización de super-objetos como Beaubourg, les Halles o La Villette, que literal­mente son monumentos (o antimonumentos) publicitarios, no porque se centren en el con­sumo, sino porque, en principio, se ofrecen como demostración de la operación de la cul­tura, de la operación cultural de la mercancía  y la masa en movimiento. Esta es nuestra única arquitectura actual: grandes pantallas en donde se refractan los átomos, las partículas, las moléculas en movimiento. No una escena pública, un espacio público, sino gigantescos espacios de circulación, de ventilación, de conexión efímera”

(Jean Baudrillard, El otro por sí mismo)